Vivir Plenamente.
"Sólo existen dos días en el año
en que no se puede hacer nada.
Uno se llama ayer y el otro mañana.
Por lo tanto hoy es el día ideal para amar,
crecer, hacer y principalmente vivir".
Dalai Lama
Suelo sentarme en las plazas y parques de las ciudades y pueblos que visito, y observar a las personas en su andar, las diferentes expresiones en cada rostro, diferentes miradas, y sin embargo cierta particularidad en gran parte de ellas, algunos que caminan de prisa esquivando personas como quien esquiva obstáculos, y otro número de ellos, con paso lerdo y mirada perdida, dirigida al suelo, como si los ojos les pesaran, y pocos, en realidad muy pocos, quizá niños o viajeros, cuyo caminar va al ritmo de lo que observan, como descubriendo cada rincón, cada calle, cada nuevo ser humano con quien se cruzan.
Los de caminar vertiginoso y apurado, con prisa de llegar a algún lugar, me recuerdan a ciertos casos que suelo ver en el consultorio psicológico, donde predomina la ansiedad como síntoma característico, posiblemente atrapados como gran parte de nosotros en una cultura que valora, la competencia, los logros y el poder. Dejando de lado y confundiendo el ´´ser´´´ por el ´´tener´´: si tengo un buen celular, si tengo ropa cara, si tengo auto, si tengo un buen sueldo, si tengo una pareja, y podría continuar con muchos más ´´tengo´´, entonces, y solo entonces, si tengo, al menos algo, creo que ´´soy´´; pero si me es arrebatado, se acaba o se pierde eso que tengo, entonces ´´no soy´´. De esta manera aprendo a ir por la vida, tenso y ansioso detrás de algo que me llene y me defina, acumulando cosas, aparentes riquezas que luego dejan de saciarme y entonces voy en busca de más.
El problema no es ´´tener´´, sino que, eso que tengo, me posea, y se vuelva imprescindible para mi tranquilidad. Lo perjudicial no reside en tener sueños y anhelos, sino en obsesionarnos con ellos al punto de dejar de lado los momentos simples de la vida, como disfrutar de un atardecer, de una taza de café, de nuestro postre favorito, de un encuentro con nuestros seres queridos… olvidándonos finalmente de nosotros mismos.
Hace mucho leí la siguiente historia de oriente: había un ángel mensajero que solía andar entre la tierra y el paraíso, en uno de sus viajes se encontró con un viejo sabio, sentado bajo un árbol, orando con su rosario en la mano, había estado rezando y cumpliendo todos los credos y preceptos de su religión durante mucho tiempo y muchas vidas. Y el ángel le dijo, viejo sabio, voy camino al paraíso, ¿deseas que le transmita algún mensaje tuyo al Señor?, en ese momento el viejo sabio dejó su rosario a un lado, y respondió: solo pregúntale cuánto tiempo más tendré que esperar para poder iluminarme, cuánto tiempo más tengo que seguir orando, ya lo vengo haciendo muchas vidas, y estoy cansado y aburrido.
Cerca del lugar, bajo otro árbol, se encontraba un joven danzando y tocando una ektara, un instrumento de una sola cuerda, y se le veía disfrutando la danza y la melodía. El ángel se acercó a él y se atrevió a preguntarle, ¿te gustaría saber cuánto tiempo te falta para iluminarte?, pero el joven danzarín lo miró y no le respondió nada, el ángel insistió, ¿tienes algún mensaje para el Señor? Y el joven sonrió y siguió danzando.
Unos días después regresó el ángel y le dijo al viejo sabio, Dios ha dicho que tendrás que esperar al menos tres vidas más, y de pronto el viejo sabio, reaccionó muy enojado tiró el rosario de cuentas muy lejos, diciendo: ¡No lo puedo creer! ¡He cumplido con todos los preceptos, he hecho todos los rituales como Dios manda, he renunciado a las riquezas materiales, y Dios me manda a decir eso!
Mientras tanto el joven seguía contento danzando bajo el mismo árbol, y el ángel con cierto temor, se acercó y le dijo, aunque tú no hayas preguntado nada, la curiosidad me hizo preguntar por ti, y dijo Dios: ese joven tendrá que esperar tantas vidas, como hojas hay en el árbol bajo el que baila.
Y en ese momento el joven comenzó alegremente a bailar más deprisa y dijo: ¿la cantidad de vidas como hojas hay en este árbol? Entonces ya no me falta mucho, ¡estoy muy cerca, es como si ya hubiera llegado!, hay tantos árboles en la tierra y Dios dice que solo la cantidad de vidas como hojas hay en este árbol. ¡Muchas gracias por preguntar!
Cuenta la historia que en ese instante, el joven siguió bailando, y en ese momento se iluminó.
Si tengo afán por el fruto, no por el afán lo obtendré, sino por regar el árbol día a día, y si disfruto regar momento a momento, los nuevos frutos que obtenga podrán ser mi tranquilidad y la alegría se verá doblemente manifestada cuando el árbol por su propia madurez nos de su fruto. En algún período en nuestra historia personal perdimos nuestra inocencia natural, que nos permitía estar plenamente en cada cosa que hacíamos, respondiendo a cada situación que se nos presentara, como un niño, que cuando ríe lo hace a plenitud y cuando llora también, y que va detrás de lo que quiere con ingenio e insistencia; sin embargo ya de adultos no nos permitimos si quiera saborear el desayuno, porque tenemos que llegar rápidamente al trabajo o al centro de estudios. Y si nos damos un momento para compartir con nuestros amigos o familia, lo hacemos pensando en nuestras actividades futuras, y nos perdemos de cualquier encuentro real.
Sin embargo, nuestra mente no solo suele dirigirse continuamente hacia el futuro, sino también hacia el pasado, interrumpiendo nuestro presente, como un velo que no nos permite tomar contacto con lo real de cada momento, viejas historias no cerradas, palabras no dichas, ´´si hubieras´´ que nos acompañan generando culpa: ´´si hubiera aceptado ese trabajo´´, ´´si me hubiera despedido de mi ser querido´´, ´´si lo hubiera hecho mejor´´, ´´si hubiera elegido otra cosa´´ y otros ´´si hubiera´´ que agobian. Si es el pasado el que más se asoma a mi mente, y de pronto la vida se vuelve fútil, el desgano me acompaña cada día, mi caminar se vuelve lento y ando con la mirada perdida; la tristeza, que puede ser una buena mensajera, se queda habitando por buen tiempo en mi interior, podría estar entrando en un estado depresivo.
Cuando el futuro consume, surge la ansiedad, cuando el pasado pesa surge la depresión, y si mi andar discurre en cualquiera de ellos, tarde o temprano la totalidad de mi organismo termina agotado y abatido, como la carreta jalada por dos caballos que se dirigen en direcciones opuestas.
De vez en cuando vale la pena detenerse y mirar de dónde vengo, voltear atrás, no para generar culpa, no para estancarme, sino para ver qué llevo a mis espaldas, y qué necesito soltar para aligerar mis pasos. De vez en cuando vale la pena detenerse y mirar hacia donde me dirijo. Mirar hacia adelante, no para ir corriendo deprisa, sino para moverme con sentido, con intensidad, y ver que recursos requiero entregarme para continuar, para ir sembrando lo que deseo en las futuras cosechas.
Este preciso momento es el resultado de decisiones conscientes o inconscientes que tomé en el pasado, y este momento hasta cierto punto es el que determinará lo que será de mí en el futuro. Así que lo real, lo único real que puedo hacer por mí y por los que quiero, es responder a la vida momento a momento.
Hay un lugar donde uno siempre puede volver, y es aquí, un momento donde uno puede estar, y es ahora, si tan solo nos permitiéramos un tiempo en el transcurrir del día, en ser plenamente conscientes, y aprender de nuestro organismo que respira no para vivir mañana, sino para vivir ahora, de nuestro corazón que late para cada instante, tomaríamos literalmente el presente, el regalo de vivir, y descansaríamos en la presencia de eso que nos sostiene, de ese poder superior, que solemos llamar Dios, porque Dios es también la vida, y la vida misma me está sucediendo aquí y ahora.
Y quien aprende, o mejor dicho quien re-aprende el arte de vivir momento a momento, es como el niño y su inocencia, como el viajero y su permanecer atento a lo nuevo que se presenta en cada paisaje, como la pasión del amante y su amada, limpios de las cargas del pasado y de la obsesión por el futuro, porque ese instante basta y se puede saborear la eternidad. Y esto no implica postergar mis responsabilidades, al contrario, implica responder a cada situación que se me presenta, y dejar que surja espontáneamente la creatividad, que nos lleva hacia nuevos misterios, porque la vida también es un flujo, es un ``ir`` sin prisa, cabalgando en cada respiro, y al son de cada latido. Descubriendo que aquí y ahora está la semilla y la flor.
Por lo tanto, el mejor hábito saludable que se sugiere, es la meditación, que intenté describirla someramente en los párrafos anteriores, la cual es una práctica muy sencilla, pero transformadora y que necesita constancia y perseverancia. Hemos estado tan acostumbrados a que nuestra mente nos dirija, y no a que nosotros dirijamos a nuestra mente, que de siervo pasó a ser el amo de nuestras vidas.
Hasta hoy recuerdo la primera vez en un retiro de meditación, en la que los primeros tres días me iba dando cuenta del parloteo continuo de la mente, yendo y viniendo del pasado al futuro o juzgando cada situación, luchando contra la realidad, quejándose de todo. Y fui aprendiendo poco a poco a volver la atención plena al momento presente, aquietando la mente a través de la observación de la respiración.
Le invito amigo lector a detenerse unos minutos y observar el aire que expira e inspira a través de sus fosas nasales, a ser consciente de su respiración, y cada vez que la mente le distraiga llevándole al pasado o al futuro, vuelva a tomar plena atención a la respiración.
Esta puede ser una manera simple pero poderosa de iniciarse en el camino de vivir momento a momento, experimente por usted mismo, nadie puede hacerlo por usted, los beneficios no solo son a nivel mental, sino a todo nivel, tu cuerpo lo notará, y las personas que frecuentes también, ya que estarás más presente para ellos. Además está demostrado que la practica continua de la meditación, sea cual sea la forma, refuerza el sistema inmunológico, y promueve estados de bienestar y tranquilidad.
15/10/15
Autor: Giancarlo Zapata Purizaca.